"Un cargador de agua de la India tenía dos grandes
vasijas que colgaban a los extremos de un palo y que llevaba encima de los
hombros. Una de las vasijas estaba en muy buen estado, y conservaba toda el
agua hasta el final del largo camino a pie que recorría el cargador desde el
arroyo hasta la casa de su patrón, pero la otra tenía varias grietas por las
cuales se escapaba el agua, de modo que, cuando llegaba, sólo tenía la mitad de
su carga.
Los amigos del aguador se extrañaban de que no
quisiera repararla, pues esa imperfección de la vasija le hacía perder dinero.
Sin embargo, el aguador explicaba así su extraña decisión:
-Es posible que no entendáis mi manera de proceder,
pero... ¿os habéis fijado en las flores tan bellas que crecen a lo largo del
camino, justo donde se derrama el agua que sale de las grietas de la vasija?
Sembré semillas a lo largo del camino por donde voy, y la vasija rota las ha
regado de modo que he podido recoger las flores más hermosas."
Cada uno de nosotros tiene sus propias grietas. Todos
somos vasijas agrietadas, pero debemos saber que siempre existe la posibilidad
de aprovechar las grietas para obtener buenos resultados. Uno no deja de reír
por hacerse viejo, se hace uno viejo por dejar de reír.